La retirada estadounidense de Siria, a pesar de haber sido inmediatamente objeto de una “corrección”, indica ciertamente que Washington ya no tiene intenciones de seguir ejerciendo el papel de gendarme del mundo, de ser el «Imperio necesario». Esa retirada desestabilizó sin demora todas las reglas de las relaciones internacionales. Hemos entrado en un periodo de transición en la que cada una de las grandes potencias sigue una nueva agenda. Veamos:
Los tres «grandes»
Estados Unidos
El derrumbe de la Unión Soviética pudo haber provocado el de Estados Unidos ya que ambos países basaban su existencia como potencia en la existencia del otro como adversario. Pero Estados Unidos sobrevivió a la desaparición de su adversario. Con la Operación Tormenta del Desierto, el presidente George Bush padre garantizó que Estados Unidos se convirtiera en líder indiscutible de todas las naciones, después desmovilizó 1 millón de soldados y proclamó la búsqueda de la prosperidad.
Las grandes transnacionales llegaron a un pacto con el dirigente chino Deng Xiaoping para que los obreros chinos garantizaran, por salarios 20 veces inferiores a los de los obreros estadounidenses, la manufactura de los productos que antes se fabricaban en Estados Unidos. Esto favoreció un importante desarrollo del transporte internacional de mercancías, así como la desaparición de empleos y de la clase media en Estados Unidos. El capitalismo industrial fue reemplazado por un capitalismo financiero.
A finales de los años 1990, Igor Panarin, profesor en la Academia de la diplomacia rusa, analizó el derrumbe económico y psicológico de la sociedad estadounidense y estimó que es posible que se produzca un derrumbe de Estados Unidos, fenómeno que –como sucedió con el derrumbe de la URSS– daría paso a la división de Estados Unidos en nuevos Estados independientes.
Tratando de postergar el derrumbe, Bill Clinton liberó a su país del respeto al Derecho Internacional con la agresión contra Yugoslavia por parte de la OTAN. Como eso no fue suficiente, varias personalidades estadounidenses tratan de adaptar su país al capitalismo financiero y de organizar por la fuerza los intercambios internacionales para instaurar un «nuevo siglo americano» [léase “estadounidense”]. Con George Bush hijo, Estados Unidos abandonó su posición de líder y trató de convertirse en un poder mundial unipolar absoluto. George Bush hijo inició la «guerra sin fin» o «guerra contra el terrorismo» teniendo como verdadero objetivo destruir, atacándolos uno por uno, las estructuras de los Estados en todos los países del «Medio Oriente ampliado», o «Gran Medio Oriente». Barack Obama prosiguió esa tarea asociando a ella una miríada de aliados.
Esa política arrojó resultados, que sólo beneficiaron a unos pocos, los «súper ricos». Los estadounidenses reaccionaron eligiendo presidente a Donald Trump. Trump rompió con sus predecesores y, como Mijaíl Gorbatchov en la URSS, trató de salvar a Estados Unidos liberándolo de sus compromisos más costosos. Reactivó la economía estadounidense estimulando las industrias nacionales contra las que habían trasladado sus empleos al extranjero, subvencionó la extracción del petróleo de esquistos y logró tomar el control del mercado mundial de hidrocarburos a pesar del cártel constituido por la OPEP y Rusia.
Consciente de que el ejército estadounidense es principalmente una enorme burocracia que malgasta un presupuesto colosal con resultados insignificantes, Donald Trump puso fin al apoyo que Estados Unidos aportaba al Emirato Islámico (Daesh) y al PKK, negociando con Rusia una vía para poner fin a la «guerra sin fin» y tratando de perder lo menos posible.