Para el Gobierno, el apoyo del FMI debería basarse en un criterio teórico que el organismo, se sabe, siempre defendió. Los momentos de déficit no son tiempos de pensar en reducciones de las presiones impositivas, sino todo lo contrario. Fue, por ejemplo, tema de debate en los años de Carlos Menem, cuando con Roque Fernández como ministro de Economía se pensaba en reducciones tributarias, que eran bombardeadas por la entonces cancerbera de la Argentina, Teresa Ter Menessian. Si el Gobierno de Alberto Fernández también piensa en una reforma impositiva es lógico que el criterio siga siendo el mismo, ya que el país tiene, como en aquellos tiempos, un problema crónico y explosivo de déficit fiscal.
Según lo que los técnicos del organismo dejaron claro en diciembre, no harán recomendaciones ni críticas de políticas puntuales que aplique el país, pero sí la marcación cercana de las metas que se deberán lograr. Especialmente las vinculadas a la manera en que el Gobierno se comprometa a logra un equilibrio fiscal antes de 2025. En este sentido sí se pueden avalar decisiones que apunten a esas metas. Se considera entonces desde Buenos Aires que una reforma impositiva que apunte a ese norte, se debería aplaudir desde Washington y mejorar la discusión de las metas fiscales a las que se comprometería el país. Y que, eventualmente, las alternativas de una reducción de impuestos quede para los tiempos en que la situación fiscal sea más generosa.