En paralelo, horas después, Vicentin dejó trascender de manera extraoficial el plan de pagos que les ofrecerá a los productores agropecuarios, acopios y cooperativas a los que les compró materia prima y con quienes mantiene una deuda cercana a los u$s350 millones. El objetivo fue mostrar voluntad y capacidad de pago para esta porción de sus acreedores que vienen reclamando desde hace semanas precisiones respecto a sus deudas por cobrar (ver recuadro).
En simultáneo volvió a surgir con fuerza la posibilidad de que la multinacional Glencore se quede con parte de los activos o una participación accionaria muy importante de Vicentin, a cambio de saldar sus millonarias deudas que superan los u$s1.300 millones. Ambas compañías son socias en Renova, un joint venture dedicado a la producción de biodiésel. Incluso, semanas antes de declararse en default, la empresa argentina le había vendido un porcentaje de esta firma a su socia europea, pero este dinero no fue suficiente para sacarla del “estrés financiero” que derivó en los impagos.
Glencore no sólo tiene la espalda financiera suficiente para quedarse con una de las mayores procesadoras de soja de la argentina, sino que también muestra voluntad de hacerlo. El gran interrogante es a qué precio.
Cuando Vicentin se declaró en default, todas las miradas apuntaron a Glencore como un posible y lógico salvavidas, aunque especialistas del sector explicaban que la multinacional movería sus fichas estratégicamente. Es decir, comprar Vicentin en cesación de pagos tiene un precio, comprarla prácticamente al borde del concurso de acreedores es otro valor o prácticamente quebrada, uno todavía menor.
La historia dio vuelco cuando estalló la polémica por el crédito recibido y defaulteado tiempo después del Banco Nación. Las nuevas autoridades salieron a declarar que Vicentin todavía no presentó ningún proyecto de reestructuración de deuda e incluso que se inició un sumario para investigar cómo se resolvió entregarle $18.000 millones a una firma sin capacidad de repago.
Así es que con los rumores de estatización, alentados por parte del oficialismo, Vicentin reaccionó con la presentación del borrador del plan de pagos a los productores y en segundo término en las conversaciones con Glencore para que aporte dinero fresco que la saque de esta encrucijada.
Lo cierto es que la firma está prácticamente en tiempo de descuento, por lo que esta semana y los primeros días de febrero serán claves en el futuro de una de las empresas agroindustriales más tradicionales e importantes de la Argentina que afronta su peor crisis desde su fundación.