En 2008 el gobierno de los EE.UU., contradiciendo las convicciones de prestigiosas universidades, intervino con una batería de medidas monetarias, rescatando entidades como Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, al estilo “llame ya”. En solo un día se gastaron 700 mil millones de dólares. Lo cierto es que EE.UU. decidió dar un shock de estatización y nacionalización, poniendo fin a 35 años de convicciones y recomendaciones económicas contrapuestas.
El gobierno argentino puede hacer ahora lo que -según los manuales- debe hacerse en estos casos, sin soportar el descrédito de ese dogmatismo fracasado. Aplicar sin rubores un conjunto de medidas políticas contra cíclicas para mitigar los efectos de la crisis del coronavirus es una opción indiscutible en el corto plazo. La mayoría de los países lo harán, y lo inician desde el “déficit fiscal”. Ocurre que -en estas circunstancias- luego de la peor administración fiscal desde la vuelta a la democracia, el gobierno no tiene otra chance que resolver problemas aplicando estímulos.
Durante el nazismo Alemania fue el paradigma de la estatización, nacionalización, intervencionismo y dirigismo. Alemania padeció la hiperinflación como pocos países en el mundo. Sin embargo ya se prepara para nacionalizar empresas si el impacto del coronavirus se descontrola. Francia también ha defendido esta posición para defender sus empresas. España ha activado el blindaje de las cotizadas frente al capital extranjero y, el resto de Europa también intenta blindar a sus empresas. Comienza pronto una ola de nacionalización en el mundo desarrollado.
Ya en 2008 el gobierno de los EE.UU., contradiciendo las convicciones de prestigiosas universidades, intervino con una batería de medidas monetarias, rescatando entidades como Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, al estilo “llame ya”. En solo un día se gastaron 700 mil millones de dólares. Lo cierto es que EE.UU. decidió dar un shock de estatización y nacionalización, poniendo fin a 35 años de convicciones y recomendaciones económicas contrapuestas.
Los comentarios insolentes, groseros y furiosos que recibimos por proponer la “capitalización de deudas” iniciando “empresas mixtas”, saca a relucir lo peor de cierta gentuza. A los acólitos de una perspectiva que se presenta como liberal, le brotan las formas y expresiones más próximas al nazismo. Porque son mesiánicos sabelotodo, se expresan violentamente, descalificando, estigmatizando y, expresando una intolerancia que los califica. Todo es posible cuando la realidad que ellos ven, no coincide con el “adiestramiento” dogmático y religioso que recibieron de ciertas sectas económicas que se han extendido alrededor de cincuenta años hasta convertirse en “hegemónicas”(pensamiento único) en el marco del neoliberalismo.
Econofascismo
Entre los rasgos de esta fatalidad se encuentra la exaltación del dogma del libre mercado, para mantener permanentemente hechizados a los parroquianos de las precursoras recetas estándar de Neustadt y Grondona. Al programa “Tiempo Nuevo” asistían invitados de dudoso rigor científico que activaron explicaciones simples para que aun hoy sean convincentes. Desde entonces (1975) han atraído con cierta periodicidad el apoyo del ciudadano enano-fascista (Oriana Falacci) que estigmatizó hasta los que usaban el pelo largo cuando Argentina debía solo 5.000 millones de dólares. Sus exponentes pseudo académicos y pseudo periodísticos tenían y tienen una fuerte militancia radio-televisiva patrocinada por empresas y bancos. Para ellos los enemigos son la emisión monetaria, el gasto público: los subsidios energéticos, planes sociales, maestros, universidades públicas, fabricantes nacionales, empresas pymes, jubilados con aportes incompletos, indemnización por despido; y los más directos “negros de mierda”.
Cuando algo se convierte en creencia, excluye la ciencia, el debate académico y aun las leyes humanas. Y eso es así. Lo que está en duda es cómo es posible que un marco teórico se sostenga con fe. Las ciencias económicas y la ciencia política son erudiciones de un nivel de complejidad soporífero. Cuando a un ciudadano de a pie le explican lo que hay que hacer en materia de política económica, es probable que le estén transfiriendo soluciones tan convenientes como engañosas.
El Estado debe intervenir
El gobierno argentino puede hacer ahora lo que -según los manuales- debe hacerse en estos casos, sin soportar el descrédito de ese dogmatismo fracasado. Aplicar sin rubores un conjunto de medidas políticas contra cíclicas para mitigar los efectos de la crisis del coronavirus es una opción indiscutible en el corto plazo. La mayoría de los países lo harán, y lo inician desde el “déficit fiscal”. Ocurre que -en estas circunstancias- luego de la peor administración fiscal desde la vuelta a la democracia, el gobierno no tiene otra chance que resolver problemas aplicando estímulos. Si bien el gobierno anterior dejó tierra arrasada y ningún margen para aplicar políticas expansivas, habrá que hacerlo y dejar las consecuencias pendientes. Sin resolver el presente no habrá futuro. Es reduciendo las tasas de interés y aumentando el gasto público que se puede moderar la desaceleración de la actividad. La crisis de consumo puede contribuir en forma involuntaria a desacelerar el proceso inflacionario a niveles más tolerables.
En consecuencia, ante este nuevo escenario externo, tenemos un gobierno entrenado para utilizar los instrumentos de política económica necesarios para emparejar el ciclo. Las acomodadoras de riesgo y JPMorgan en estos días volverán a la carga sobre Argentina llevando el riesgo país a 200 mil basis points. Que lo hagan si lo desean. Argentina puede ir a default simplemente por la imposibilidad de cumplir con los compromisos que vienen en el segundo trimestre. Son realmente imposibles de sostener, lo ha dicho el FMI.
Argentina debe pedir a los acreedores una quita de entre el 70 y el 80 % sobre el valor de la deuda a reestructurar, una rebaja que puede aceptar si no quieren ver como sus bonos entran definitivamente en cesación de pagos. En nada cambiaría una mejora en nuestra calificación crediticia. Nadie nos presta desde cuando en enero de 2018 era ministro de finanzas Caputo.
El país sobrevivió al cese de pagos de 2001 hasta 2005, cuando logró un primer acuerdo con los acreedores. En ese periodo la economía se recuperó creciendo a una tasa promedio del 8/9 %. Además, este es un momento de una crisis mundial de magnitud. Si Argentina no entra en default, podría hacerlo algún otro país y probablemente muchas empresas privadas que están muy endeudas.
Estados Unidos
Para el Bank of America, EE.UU. entró en recesión, sus empresas entran a la zona de peligro. La entidad financiera advirtió que se perderán muchos empleos y la riqueza será destruida. El Of America afirma que EE.UU. ya está acusando el impacto de la crisis internacional por el coronavirus y ese golpe económico se trasladara a todos los países del planeta, especialmente, a los nuestros en Latinoamérica.
Muchos países del mundo que ascendieron exportando sus productos a EE.UU., vienen sufriendo desde que llegó Trump. -¿A quién le exportará China el excedente de sus productos que consumían los países desarrollados?-China en parte depende del comercio de artículos con EE.UU y Europa.- ¿Qué es lo que hará ahora?-¿Qué pasará con el desenfrenado consumo estadounidense que tapa tantos agujeros de su sociedad? –
En las próximas semanas comienza a develarse el secreto por el cual el equilibrio de la economía mundial descansaba entre dos polos opuestos-el comunismo chino y el capitalismo estadounidense-¿Sera esta la versión oriental de una rana que se cocinó a fuego lento?-. No lo sabemos.
Los argentinos llevamos la vanguardia en cataclismos neoliberales 1981, 1988, 2001, 2018; y no podemos eximir nuestra propia responsabilidad ante los defaults y las devaluaciones. Los organismos multilaterales de crédito, las calificadoras de riesgo y Wall Street nos habían condenado al ostracismo financiero hasta que llego Macri “el confiable” y, otra vez fuimos víctimas de la ruina que provocó el propio presidente, aconsejado por los economistas egresados de las mejores universidades del mundo o los entrenados en Wall Street.
Lo cierto es que este trance no nos encuentra como en la crisis de Lehman Brothers. Un shock exógeno que detiene el crecimiento de la economía y el comercio mundial, para una economía en default con recesión, salarios bajísimos y alto desempleo, es la tormenta perfecta.
- (*) Profesor de Postgrado UBA. Profesor de Maestrías de universidades privadas. Presidente de HACER www.hacer.com.ar , Economista Jefe de FECOBA. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.