Al convocar los referendos para incorporar la “Nueva Rusia” y movilizar a los reservistas, Rusia constata que el conflicto con Occidente es mundial, prolongado y de amplio espectro.Por Eduardo J. Vior
No importa, si la decisión del gobierno ruso de convocar a la movilización de los reservistas con experiencia de combate y a los referendos en las cuatro provincias de la “Nueva Rusia” para decidir sobre su incorporación a la Federación estuvo motivada por el repliegue de las tropas rusas de la provincia de Járkov o si estaba planificada de antemano. Lo concreto es que representan un punto de inflexión en un conflicto que hasta ahora afectó más a Europa y a Ucrania que a los principales contendientes: Estados Unidos y Rusia. Se acabó la Operación Militar Especial (OME) y comienza la GUERRA con mayúsculas entre el bloque euroasiático y Occidente. Será larga, se combatirá en distintos frentes y ámbitos, aún no se sabe quién vencerá, pero ya se sabe quiénes son los primeros derrotados: Ucrania y Alemania. Los siguientes podemos ser las naciones emergentes del Sur Global.
Al hablar el martes 20 al país, el presidente Vladimir Putin se comprometió a “asegurar la integridad territorial de nuestra patria, nuestra independencia y libertad”. El presidente ruso se refirió a las “declaraciones de representantes de alto rango de los países de la OTAN” sobre la “posibilidad y permisibilidad de usar armas de destrucción masiva contra Rusia” y recordó “a los que se permiten tales declaraciones sobre Rusia, que nuestro país también tiene diversos medios de destrucción y, en algunos componentes, más modernos que los de los países de la OTAN”. Y agregó: “no podemos, no tenemos ningún derecho moral a permitir que las personas cercanas a nosotros sean masacradas por el verdugo. No podemos dejar de responder a su sincero deseo de determinar su propio destino”.
En su alocución Putin prometió proporcionar condiciones seguras para la celebración de referendos en Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jerson, las cuatro provincias ucranianas de mayoría rusohablante que están bajo el control del ejército ruso. “Sabemos que la mayoría de las personas que viven en los territorios liberados, y éstos son principalmente las tierras históricas de Novorossia, no quieren estar bajo el yugo del régimen neonazi. Han visto y son testigos de las atrocidades que los neonazis están llevando a cabo en las zonas ocupadas de la región de Járkov.”
También el martes 20 la Duma Estatal rusa aprobó una enmienda sobre la introducción de los conceptos de “movilización general”, “ley marcial” y “período de guerra” en el Código Penal ruso. Estas figuras habían desparecido del léxico ruso con la caída de la URSS, pero ahora recobran actualidad.
Después del presidente habló el ministro de Defensa Serguei Shoigú, quien informó que está previsto convocar a 300.000 reservistas que ya hayan servido y tengan experiencia de combate a prestar servicio en las fuerzas armadas de Rusia. La movilización parcial no afectará a estudiantes ni universitarios. Lo mismo se aplica a los reclutas, quienes continuarán haciendo el servicio militar en el territorio de la Federación Rusa, especificó Shoigu. Los reservistas serán instruidos en nuevas técnicas, tecnologías y en las experiencias obtenidas en Ucrania, antes de que se los envíe a guarnecer el territorio que ahora se incorpora a Rusia.
En su discurso el ministro de Defensa informó por primera vez que las fuerzas armadas rusas perdieron durante el conflicto a 5.937 efectivos. Más del 90% de los heridos volvió al servicio activo. También dio a conocer las pérdidas ucranianas: “en la etapa inicial -recordó-, las fuerzas armadas de Ucrania ascendían a unos 202.000 efectivos. Desde entonces, perdieron más de 100 mil. Al mismo tiempo, 61.207 militares murieron y 49.368 resultaron heridos. Estas son pérdidas bastante significativas”, dijo Shoigú. Según él, Kíev “ya está en la cuarta ola de movilización”, sumando “casi 300.000 nuevos efectivos”.
El alto jefe militar denunció asimismo la gran cantidad de instructores de la OTAN con mando efectivo sobre las fuerzas armadas ucranianas y “los mercenarios que están en la línea de combate. Hoy quedan un poco más de mil, algunos se fueron y más de 2.000 mercenarios murieron”.
Todos los líderes políticos rusos, empezando por Genadi Zyuganov, el presidente del Partido Comunista de Rusia, venían impulsando la celebración de referendos que incorporen los territorios de Lugansk, Donetsk, Zhaporiya y Jerson a la Federación Rusa. Ahora bien, al dar este paso crucial, Rusia cambia completamente el carácter del conflicto, ya que una vez que las cuatro provincias voten su incorporación a Rusia, bombardear estos territorios equivaldrá a bombardear la Plaza Roja de Moscú. Y no sólo eso, una vez realizada la adhesión, los rusos no podrán dar marcha atrás en ninguna negociación diplomática. Esto cambiará las cosas considerablemente, y además es una señal de que cualquier diálogo con Kiev se cierra definitivamente.
Las cuatro provincias que pronto se sumarán a la Federación de Rusia (a las que pronto se sumarán, con seguridad, Nicolayev y Odessa, aún en manos del gobierno de Kiev) son conocidas históricamente como “Nueva Rusia” (Novoróssia). En sucesivas guerras desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la primera del XIX el Imperio Ruso ganó estas regiones al Imperio Otomano. Ya desde 1754 comenzaron a fundarse allí ciudades rusas y, bajo el gobierno del Príncipe Potiomkin (1775-91), se asentó allí a miles de campesinos rusos en condición servil. Por eso la denominación de “Nueva Rusia”. Fue decisión de V.I. Lenin en 1921 que estas provincias pasaran a la jurisdicción de la RSS de Ucrania, pero sus habitantes siempre hablaron ruso y se sintieron rusos, aunque no fueran étnicamente rusos. Si bien discutible desde el punto de vista del Derecho Internacional (como fue la desintegración de Yugoslavia), la decisión que ahora se espera restablece la realidad histórica.
Trescientos mil nuevos efectivos bastan para defender las zonas hasta ahora ganadas por el ejército ruso en un frente de más de 1.000 km de extensión, quizás hasta para conquistar Odessa, pero para nada más. Como se espera que británicos y norteamericanos aumenten pronto la intensidad de la guerra, probablemente el año próximo a esta leva sigan otras. La guerra ha salido de la fase de precalentamiento y recién empieza a ponerse a tono con la dimensión de un conflicto mundial.
Rusia prevé tener que librar la guerra contra Occidente al mismo tiempo en Ucrania, el sur del Cáucaso (Armenia) y Asia Central. Esta previsión implica también que en el interior del país se acabó la laxitud de los últimos años. Un país movilizado requiere disciplina y control social.
Mientras tanto, se insinúa una mediación turca. En una entrevista con PBS Newshour el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, instó el lunes 19 a sus homólogos ucranianos y rusos a hablar directamente para llevar el conflicto a una rápida conclusión. Tras “extensas reuniones con Vladimir Putin durante la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai de la semana pasada, Erdogan explicó que ha dicho tanto a Putin como a Vladimir Zelensky que es necesario un final negociado de los combates porque “nadie ganará al final del día”. No obstante, el Kremlin ya dijo anteriormente que los líderes rusos y ucranianos sólo deberían reunirse si lo hacían para firmar acuerdos concretos preparados por sus negociadores.
Lamentablemente, sería sorprendente que los apoyos occidentales de Zelensky le permitieran negociar seriamente. La situación ha empeorado: Liz Truss y el nuevo rey tienen una posición muy débil y el presidente norteamericano enfrenta en noviembre elecciones de medio término que se anuncian como desastrosas para el Partido Demócrata. Por otra parte, el hundimiento de la economía europea y el alza de las tasas de interés en EE.UU. han canalizado hacia Washington enormes masas de dinero que no encuentran dónde invertirse por falta de demanda. La tentación de prolongar indefinidamente la guerra y ampliarla geográfica y sectorialmente es, entonces, muy grande.
Que la crisis europea y el alza de las tasas de interés son resultados de una política de recuperación del liderazgo norteamericano lo demuestra la reciente discusión sobre un documento reservado que la Rand Corporation habría sometido al gobierno en enero pasado. Rand es una gigantesca consultora de Washington que, financiada por el Departamento de Defensa, la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad, desde hace más de sesenta años elabora recomendaciones estratégicas para el gobierno.
El documento comienza describiendo el estado de los EE.UU. en la competencia entre las potencias y afirma que, mientras que Europa, liderada por Francia y Alemania (especialmente por ésta última) se encuentra a la vanguardia de la innovación tecnológica y productiva, Estados Unidos se ha retrasado. Como consecuencia de su falta de competitividad y del traslado de sus inversiones productivas hacia China ha aumentado el déficit de su balanza comercial y su endeudamiento externo.
El secreto de la ventaja alemana, señala el texto, reside en la disponibilidad de energía rusa barata. Los vínculos entre Alemania y Rusia, por un lado, entre Alemania y China (por las inversiones germanas en el país asiático), por el otro, se han vuelto muy estrechos. Si EE.UU. quiere recuperar la delantera –razona el documento-, debe romper esos lazos, para que Alemania no se pueda aprovisionar de energía barata y pierda su ventaja relativa. De ese modo declinaría el potencial de toda Europa.
El mejor instrumento para alcanzar ese objetivo es poner a Europa en guerra contra Rusia. Esto se puede alcanzar (recordemos que el texto fue datado en enero pasado) forzando a Rusia a una guerra contra Ucrania. Alemania y el resto de la Unión Europea, como miembros de la OTAN, se verían entonces obligados a solidarizarse con el país agredido, decretarían sanciones contra Rusia, dejarían de recibir energía barata, su producción se encarecería y perderían sus ventajas comparativas. El euro, por consiguiente, se devaluaría frente al dólar y las inversiones financieras se redireccionarían hacia EE.UU.
Ahora bien, como, al derrumbarse la economía europea, la industria norteamericana perdería una demanda que su propio mercado tampoco puede satisfacer, la única rama industrial que podría desarrollarse sería la militar. Pero, para hacerlo, necesita guerras. Por eso, termina el documento, hay que llevar adelante una guerra interminable que asegure la inversión productiva de los trillones de dólares que están fluyendo hacia EE.UU.
El documento fue publicado por primera vez el 11 de septiembre en Weltexpress, un pequeño periódico digital de Berlín, de ostensiva filiación nacionalista y antieuropeísta. El autor de esta columna se puso en comunicación con el medio para solicitarles que autenticaran el informe, pero los editores no respondieron. No importa. Aunque la publicación sea falsa, su contenido resume con exactitud lo que está sucediendo.
La guerra entre Rusia y la OTAN tiene hasta ahora cinco vencedores y dos perdedores. Rusia está venciendo, porque ocupó el 20% del territorio ucraniano, se sobrepuso a las sanciones occidentales, recompuso sus reservas externas, redujo al mínimo las pérdidas de su economía y está conquistando nuevos mercados. China, en tanto, está llenando sus depósitos y tanques con petróleo y gas ruso que compra con el 30% de descuento. India está ganando fortunas comprando petróleo ruso y revendiéndolo refinado y más caro a Europa. Irán, por su parte, está cobrando suculentos peajes por el pasaje de petróleo ruso hacia India y vendiendo miles de drones a Rusia, que los emplea con éxito en Ucrania. Estados Unidos, finalmente, ha liquidado la competencia europea, ha subido las tasas de interés, mejorando la cotización del dólar, y ha conseguido el aval de su Congreso para multimillonarias inversiones en la industria armamentista. Los grandes perdedores son, a todas luces, Europa (sobre todo Alemania), que está sufriendo pérdidas por aumento en los costos de la energía de las que no se va a recuperar por muchos años, y Ucrania, destinada indefectiblemente a desaparecer.
Pero allí no termina la guerra. Para afianzar su liderazgo dentro de Occidente y desgastar a Rusia, Estados Unidos necesita llevar una guerra prolongada, de amplio espectro y en distintos frentes a la vez. Washington no se atreve a atacar directamente a Rusia, porque teme la superioridad de sus cohetes hipersónicos, pero pretende desgastarla.
Rusia, por su parte, no sólo cuenta con su propio potencial, sino con una retaguardia cuidada por China y Corea del Norte, un flanco sur guardado por Irán y Siria y la neutralidad benevolente de India y Turquía.
Hoy puede preverse que la guerra aumentará su intensidad, apenas las nuevas tropas rusas entren en acción, y que se prolongará durante el año que viene. Ahora bien, cuanto más dure y se extienda esta nueva guerra mundial, más sufriremos las naciones del Sur Global. No podemos comerciar con quien nos convenga, para no herir susceptibilidades. El endeudamiento impuesto nos quita libertad interna y externa. La ruptura de las cadenas productivas aumenta los costos de nuestra producción. Y, finalmente, la guerra se libra también en el interior de nuestros países mediante partidos, servicios y organizaciones que responden a unos y otros. Sólo la acción mancomunada de las naciones emergentes puede devolver la paz al mundo. Cuanto antes, mejor.