La política de reducción de retenciones impulsada por el gobierno de Javier Milei tenía un objetivo claro: incentivar la venta de granos y aumentar la liquidación de divisas en un contexto de necesidad fiscal. Sin embargo, los datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires muestran que los productores vendieron menos soja y maíz que en los ciclos agrícolas anteriores.
Un alivio impositivo que no logró convencer al campo
Desde el 30 de enero, el Gobierno dispuso una reducción temporal de los derechos de exportación hasta el 30 de junio de 2025. La soja pasó de tributar el 33% al 26%, el maíz y el trigo bajaron del 12% al 9,5%, mientras que la harina y el aceite de soja pasaron del 31% al 24,5%. Con esta medida, el Gobierno buscaba mejorar la rentabilidad de los productores y estimular la comercialización para incrementar el ingreso de dólares a las reservas del Banco Central.
Sin embargo, los productores mantuvieron un ritmo de ventas menor al esperado. El mercado internacional incierto, la expectativa de un repunte en los precios y la necesidad de recomponer márgenes tras una campaña marcada por costos elevados llevaron a muchos a postergar la comercialización. En este contexto, la estrategia predominante fue la retención de granos como resguardo de valor en medio de un escenario macroeconómico inestable.
Según el informe de la entidad porteña, entre el 29 de enero y el 13 de marzo de 2025, los productores vendieron 3,22 millones de toneladas de soja, lo que representa 1 millón de toneladas menos respecto del promedio de los últimos ocho años. En comparación con el mismo período de 2024, la merma fue de 600.000 toneladas.
En el caso del maíz, la comercialización alcanzó 2,34 millones de toneladas, 700.000 toneladas menos que el promedio histórico y 100.000 toneladas menos que el año anterior.
Los productores optaron por almacenar granos ante la incertidumbre económica. Además, las expectativas de una posible devaluación en el segundo semestre del año refuerzan la estrategia de retención. A esto se suma que, en muchos casos, los costos de producción continúan elevados, lo que obliga a los productores a esperar mejores condiciones de mercado antes de vender. La falta de acceso a crédito competitivo también influyó en la necesidad de preservar los granos como un activo estratégico.
A diferencia de la soja y el maíz, el trigo experimentó un comportamiento distinto en términos de comercialización. En el mismo período analizado, se vendieron 2,06 millones de toneladas, lo que representa 300.000 toneladas más que el promedio histórico. Este crecimiento se debe a la necesidad de generar liquidez inmediata, dado que los costos de producción para la siembra de la campaña fina requieren capital en el corto plazo. Además, la demanda internacional de trigo fue más dinámica, lo que permitió concretar negocios de exportación con mayor fluidez.
Factores internacionales
El escenario global también contribuyó a la reticencia de los productores a vender. La guerra en Ucrania sigue generando incertidumbre en los mercados de granos, mientras que la desaceleración del crecimiento en China ha impactado en la demanda de commodities. Además, la política monetaria de la Reserva Federal de EE.UU., con tasas de interés aún elevadas, redujo el acceso al financiamiento para importadores internacionales, lo que afectó el flujo de comercio de granos.
Otro factor clave es la creciente competencia con Brasil, que consolidó su posición como un exportador más agresivo. En los últimos años, el país vecino mejoró su infraestructura y logística, logrando reducir costos y aumentar su presencia en mercados estratégicos como China. Esta situación generó una presión adicional sobre los precios internacionales, lo que llevó a los productores argentinos a evaluar con mayor detenimiento el momento oportuno para vender.
Con la cosecha de soja y maíz en pleno desarrollo, el Gobierno espera que en los próximos meses se acelere la comercialización. Sin embargo, muchos productores siguen optando por esperar. El contexto inflacionario, la volatilidad cambiaria y la posibilidad de nuevos ajustes económicos generan incertidumbre sobre cuál será el mejor momento para vender.
En este sentido, la liquidación de divisas en el sector agroexportador podría demorarse más de lo que las autoridades económicas proyectaban. Es que a pesar de lo que muchos podrían imaginar, el campo no se enrosca en cuestiones ideológicas, aquí la rentabilidad manda por sobre todas las cosas porque es lo que a un productor le permite seguir en el negocio y pensar con optimismo la siguiente campaña.
Lo cierto es que si los precios internacionales no muestran signos de recuperación en las próximas semanas, la retención de granos podría prolongarse hasta después del 30 de junio, cuando venza la reducción de retenciones. En ese caso, el impacto de la medida gubernamental quedaría diluido y no lograría el objetivo de acelerar la liquidación de divisas. A medida que avancen los próximos meses, la atención estará puesta en la evolución de los mercados internacionales, la estabilidad macroeconómica y las decisiones políticas que puedan influir en el comportamiento de los productores.
El sector agropecuario, una de las principales fuentes de generación de divisas del país, se encuentra en un punto de inflexión. La incertidumbre sobre el rumbo económico y la competitividad internacional serán determinantes para definir el éxito de la campaña agrícola y su impacto en la economía nacional. Mientras tanto, el dilema entre vender o esperar sigue marcando el ritmo de la comercialización en un año que promete ser desafiante para el campo argentino.