Por Romina Rocha.

Situándonos en la Argentina, ¿cuál podrías definir como el punto de partida para la instalación del esquema del agronegocio?

Lo geopolítico es la característica menos “destacada” del sistema alimentario, porque generalmente predomina una concepción de ciencia, que es la del saber compartimentalizado, es decir, el conocimiento separado en distintas disciplinas. Esto es una herencia que tenemos de la modernidad configurando el campo científico, y cómo se configura de esta manera la institucionalización de los saberes en el ámbito académico. Entonces vos podés ser ingeniero agrónomo y te dedicás únicamente a lo que es la producción, pero si tenés que ver algo relacionado con la química tenés que hacer otro tipo de carrera, y así todo.

Claro, está todo disociado

Exactamente, y esa es una perspectiva completamente liberal del conocimiento, donde cada uno tiene que cumplir una función instrumental con un fin efectista, eficiente, basado en la renta. El criterio de verdad del saber es que sirva para la generación de dinero. Y en esto hay pequeños, medianos y gigantes actores y todos sabemos que la fraternidad y la “mano invisible del mercado” no existen sino que, en verdad, el pez grande se come al pez chico. Y por otro lado está el Estado, que es un actor central sobre todo en Argentina que, en las últimas décadas, ha gravitado sobre los sectores exportadores basado en un modelo económico de primarización, es decir, de exportación de materia prima en bruto, y a partir de eso la captación de renta a partir de las divisas. A este sector le ha venido muy bien todo este “impulso” que hemos visto en las últimas 3 décadas en el sector industrial.

Es un esquema complejo en el que aparece este modelo de producción…

Hay una dimensión espacial que no se está teniendo en cuenta, que es justamente la geopolítica, que tiene un carácter sistémico a nivel internacional y, por lo tanto, involucra una enorme cantidad de actores. Muchas veces desde la perspectiva argentina, pampeana, miramos y damos por hecho muchas cosas, pero la realidad es que hay poderosos intereses detrás de este sistema agroalimentario internacional. Y en paralelo, hay una dimensión histórica de hasta dónde deberíamos hacer una genealogía, si se quiere, de este sistema. Esto lo sitúo en mi libro Geopolítica y Alimentos al fin de la Segunda Guerra Mundial y a la gran expansión de los EE. UU. como superpotencia durante la Guerra Fría. Ahí nace esta idea del agribussiness, el negocio agrícola agroalimentario. Básicamente como una idea fuerza impulsada por la Fundación Rockefeller y un conglomerado de megacorporaciones norteamericanas que, a mediados de los años ’40 y de ahí en más, se expanden a medida que se expande EE. UU. como una superpotencia marítima reemplazando a las potencias europeas que estaban en retroceso y habían quedado en ruinas después de la Segunda Guerra Mundial. De esta forma EE. UU. expande su influencia económica y es ahí cuando nace el agribusiness. Entonces, si nosotros sacamos la foto de hoy en día tenemos una imagen muy reducida, es como esto de que el árbol nos tapa el bosque. Pero si tenemos una perspectiva temporal, es otra la visión que tenemos, porque éste es un proceso que viene de décadas.

Sin duda, por eso cuando observamos la historia encontramos la respuesta al problema que tenemos hoy, donde la producción de alimentos es el eje ordenador de la economía mundial. Porque si pensamos que lo que pone en evidencia la guerra es que los pueblos, como consecuencia de ellas, se cagan de hambre, y entonces aparece este modelo de negocios como aparente respuesta al problema que los mismos actores habían provocado. Por eso lo que decías sobre el conocimiento disociado y la falta de mirada geopolítica del asunto es fundamental

Y lo que surge en paralelo a esta perspectiva de agronegocio es la idea del hambre y del pobre, porque la pobreza se transforma en un asunto internacional. Con la Guerra Fría nace el pobre en tanto sujeto de conocimiento, y esto viene de la mano de la creación de esta configuración espacial geopolítica llamada “tercer mundo”. Es decir, se crea la idea de un “tercer mundo” como una geografía de la pobreza, del hambriento. Y obviamente estoy siendo irónico. Es decir, hay una jerarquización del espacio donde las potencias que conforman la OTAN y sobre todo EE. UU., se erigen como heredera de esa modernidad y la vanguardia del “primer mundo”: del crecimiento, de la riqueza económica, de la libertad, del humanitarismo, de la igualdad y la fraternidad. Después habría un “segundo mundo”, que es el del universo socialista, mientras que los del tercero serían los que “perdieron” el tren del progreso de la historia, aquellos que quedaron rezagados incluso por una suerte de subcondición de origen, que es una idea muy propia de la angloesfera, una idea que heredan los norteamericanos de los británicos. Es una visión etnocéntrica, calvinista, que dice que algunos han sido condenados desde el origen de los tiempos. Y como no hay una manifestación de esa “gracia divina” en la riqueza material, esa carencia está asociada con esta subcondición, una suerte de castigo eterno. Es una concepción humana totalmente materialista, que cosifica a la persona del tercer mundo. La idea es que vos, por el simple hecho de haber nacido en él, sos pobre. Pero además sos subdesarrollado, que es otra categoría que aparece en este contexto. Es decir, es un eufemismo para una concepción evolucionista, pero con un lenguaje mucho más diplomático, más políticamente correcto. Entonces no importa tu origen racial, ni tus antepasados, o si pudiste acceder a la universidad; si vivís en el mundo en desarrollo, sos subdesarrollado. Y esta es una idea fuertemente determinista.

Nos han convencido de que los civilizados son siempre los otros…

Por eso pueden decidir que tienen que “ayudar” a los pobres del tercer mundo, haciéndoles transferencia técnica para que se produzcan los alimentos; ahí es donde nace la Revolución Verde: los vamos a ayudar a que se alimenten, porque no pueden hacerlo por sí mismos, no saben organizarse ni aprovechar los recursos. Porque el “salvaje” de la periferia lo que hace, según este neomaltusianismo, es entrar en desequilibrio con la naturaleza y tiene más hijos de los que debería tener, contamina el ambiente… entonces hay que ayudarlo a reducir su población, su industria contaminante… todo un corset donde nace la idea de la “ayuda para el desarrollo”. Y en este contexto, la alimentación es el pivot o trampolín para acercarse a esta espacialidad. La justa causa del hambre mundial es el leit motiv para acercarse a ese mundo, cuando en verdad lo que se está construyendo es poder, relaciones neocoloniales, expansión del agronegocio, conformación de zonas de influencia subordinada. Y allí se erigieron instituciones que siguen en pie desde la Guerra Fría.

Y esto está naturalizado porque la información está disociada y a lo largo del tiempo, todo esto que venís mencionando queda como si fuera “obra del destino”: parece que la gente es toda igual, no trabaja, no quiere estar bien cuando, en verdad, si uno revisa la historia se puede ver cómo es que se fueron dando estas cosas. Porque la lógica de observar la realidad en un país donde tirás una semilla y crece lo que sea, tendría que indicarnos que debiéramos ser ricos y abundantes.

La perspectiva liberal que se recicla en los años ’90 con esta corriente neoliberal, tiene que ver con que las causas de la pobreza o de las hambrunas son individuales, es porque vos no lograste las capacidades para poder procurarte los alimentos. Es la misma idea sobre el conflicto, al que se considera de “combustión espontánea” en las regiones menos desarrolladas. No hay estructuras económicas internacionales asimétricas, no hay organismos de préstamo y usura, no hay intervención estatal, no hay proyección de poder; es un mundo de libres, iguales y fraternos, entonces si vos fallaste lo que estás demostrando es tu incapacidad para adaptarte a ese mundo.

Los condicionamientos que se impusieron a nivel mundial en el contexto de la pandemia son innumerables, pero sobre todo vemos con mayor claridad la función de estos organismos de usura que mencionabas. ¿Cuál es su función específica?

La realidad es que no apuntan a que vos pagues y canceles esas deudas, sino que quedes permanentemente entrampado porque eso logra imponer condiciones de una agenda globalista, que no tiene nada que ver con los intereses nacionales. Argentina, en la medida en que fue retornando a la primarización de la economía, lo que genera una gran dependencia a la exportación de materia prima en bruto, condición que tienen los países que tienden a ser más periféricos, y al mismo tiempo ir desindustrializándose, generando como consecuencia un desempleo masivo. Por eso no alarman las cifras de quienes están debajo de la línea de la pobreza y hacia la indigencia, porque son el resultado de un modelo económico. Y lo que se ha establecido es una política del asistencialismo, en la que pareciera que el único norte es poder seguir manteniendo esa dádiva en base a una suerte de subcultura del pobrismo, cuando en realidad no hay nada digno detrás de eso. Dignidad sería generar trabajo genuino y que cada uno pueda hacerse de los medios y recursos para proveerse de lo que necesite para vivir. Pero estamos con más de 20 millones de compatriotas que no pueden acceder a una canasta básica, que tienen una alimentación insuficiente, o que tienen un empleo precarizado y tienen que elegir entre comprarle unas zapatillas a los hijos o comer. Cuando estos organismos vampirizan tu economía, toda la generación de riquezas en lugar de reinvertirse se destina a pagar intereses de intereses de préstamos que ya tienen décadas.  Es un mecanismo perverso.

Sí, y cortoplacista, porque si no tenés cubiertas tus necesidades no podés planificar. Y si a eso le sumamos todo aquello a lo que nos quieren acostumbrar, como la instalación de una idea de “normalidad” donde normal sea tener la boca tapada mientras el modelo de usura, veneno y saqueo sigue en marcha, ¿hasta dónde creemos que vamos a llegar? ¿Qué mundo le estamos dejando a los chicos?

Este nuevo “fantasma” que recorre el mundo lo que ha hecho es correr el velo de una infraestructura esquelética en la que ha quedado la Argentina.  Y en esa estructura están los que se consideran “prescindibles” dentro de esta neocategorización hitleriana, que divide a los trabajadores entre aquellos y los “esenciales”, porque esta deshumanización que estamos atravesando viene de la mano de la eliminación de los más débiles y de los no esenciales, de la “buena muerte” del niño por nacer y de la ancianidad porque ya no es productiva y no sirve para este engranaje. Este modelo de la prescindencia de la persona, del ser humano, del no deseable, va acompañado de que todo tiene que ser rentable… hasta tu sangre, hasta tu cuerpo.