La carta de Macron sobre Maradona “va directo al corazón”, dijo Alberto Fernández

“El texto que escribió Emmanuel Macron para despedir a Diego impresiona por su sensibilidad y su comprensión humana de lo que significó para nosotros. Es un texto que va directo al corazón. Gracias, presidente, por estas palabras tan sentidas”, escribió el Presidente en su cuenta de Twitter.

El presidente Alberto Fernández valoró la sentida carta escrita por el mandatario francés Emanuel Macron por la muerte de Diego Armando Maradona y dijo que “es un texto que va directo al corazón”.

“El texto que escribió Emmanuel Macron para despedir a Diego impresiona por su sensibilidad y su comprensión humana de lo que significó para nosotros. Es un texto que va directo al corazón. Gracias, presidente, por estas palabras tan sentidas”, escribió la noche del miércoles Fernández en su cuenta de Twitter.

Debajo del mensaje puso el link de la Casa Rosada que refleja el mensaje de Macron por el fallecimiento de Maradona, que dice lo siguiente:

“Nacido en un suburbio pobre de Buenos Aires, Diego Armando Maradona hace soñar a su familia y a su barrio con un juego que pronto crucificará a algunos de los mejores defensores de Europa. Boca Juniors y los míticos clásicos lo revelan al fútbol mundial. Fue el Barcelona el que ganó el diamante, creyendo que finalmente habían encontrado al sucesor de Johan Cruyff para dominar de nuevo el fútbol europeo.

Pero fue en Nápoles donde Diego se convirtió en Maradona. En el sur de Italia, el pibe de oro redescubrió la desmesura de los estadios sudamericanos y el fervor irracional de los hinchas, llevando a Nápoles por el camino del Scudetto, a los tejados de Europa. El mezzogiorno se está vengando de la historia y sólo el refuerzo de Platini permitirá al Juventus igualar una vez más el terreno de juego con su histórico rival.

Jugador suntuoso e impredecible, el fútbol de Maradona no tenía nada de ensayado. Con una inspiración siempre renovada, constantemente inventaba gestos y golpes de la nada. Un bailarín de botines, no realmente un atleta, más un artista, encarnaba la magia del juego.

Pero aún tenía que escribir la historia de un país devastado por la dictadura y la derrota militar. Esta resurrección tuvo lugar en 1986, en el partido más geopolítico de la historia del fútbol, ​​los cuartos de final de la Copa del Mundo contra la Inglaterra de Margaret Thatcher.

El 22 de junio de 1986, en la Ciudad de México, marcó su primer gol con Dios como compañero de equipo. El milagro se cuestiona, pero el árbitro no vio nada: la exhibición tempestuosa de Maradona le arrebató el punto. Sigue “El Gol del Siglo”, que convoca los ánimos de los más grandes gambeteadores del fútbol: Garrincha, Kopa, Pelé unidos en una sola acción.

Más de 50 metros, en una carrera alucinante, pasó por encima a la mitad de la selección inglesa, gambeteó al portero Shilton antes de enviar el balón a la red y a la Albiceleste entre los cuatro finalistas del Mundial. En el mismo partido, Dios y el diablo, marcó los dos goles más famosos de la historia del fútbol. Antes había un Rey Pelé, ahora hay un Dios Diego.

Con la misma gracia, la misma soberbia insolencia, se acerca sigilosamente a la final que marca con el gesto más bonito del fútbol: el pase decisivo, el gol del número 10. Cuando levanta el trofeo, se crea un mito: el “enfant terrible” se ha convertido en el mejor jugador del mundo. Y la Copa del Mundial se reencuentra con Argentina: esta vez es la del pueblo, no la de los generales.

Este gusto de la gente, Diego Maradona también lo vivirá fuera de la cancha. Pero sus aproximaciones tanto a Fidel Castro como a Hugo Chávez sabrán a derrota amarga. Es sobre el terreno que Maradona hizo la revolución.

El presidente de la República saluda a este indiscutible gobernante de la pelota redonda que tanto han amado los franceses.

A todos los que ahorraron su dinero para completar finalmente el álbum de Panini México 1986 con su pegatina, a todos los que intentaron negociar con su pareja para bautizar a su hijo “Diego”, a sus compatriotas argentinos, a los napolitanos que dibujaron frescos dignos de Diego Rivera en su efigie, a todos los amantes del fútbol, ​​el Presidente de la República envía su más sentido pésame. Diego se queda”.

Ese emblemático México 1986 tuvo su correlato esta madrugada con quienes fueron sus compañeros en aquella épica conquista, que se comenzaron a reunir en un hotel capitalino para ir este jueves, todos juntos, como siempre estuvieron desde entonces, a darle el último adiós “al Diego”.